Alejandra Melideo, historias detrás de las fotografías en las Sierras de Famatina
“Decidí que yo iba a conectar con la alegría y con la belleza”, dice la fotógrafa y guía de montaña Alejandra Melideo. Retratos de La Rioja que muestran la belleza de una identidad sostenida en el tiempo. “La fotografía puede ser un eslabón entre el que observa y el que es retratado, entre la montaña y las personas de las ciudades”.
Por Redacción Natura
Para Alejandra Melideo la fotografía, la montaña, la naturaleza y compartir con su hijo, es lo que viene eligiendo para su vida desde hace mucho tiempo. “Decidí que yo iba a conectar con la alegría y con la belleza”.
Es neuquina y creció cerca de la montaña, desarrollando su oficio como fotógrafa de expediciones. Luego, pudo combinar su trabajo como fotógrafa profesional, como guía de montaña, y hoy dirige su propio proyecto de expediciones fotográficas.
Con mucha alegría, sube a la montaña, acompañada de su hijo, casi siempre y con evidente satisfacción, recuerda sus pasos: “Creo que las mujeres tenemos que poder compartir con nuestros hijos nuestro trabajo. Y aunque en muchos momentos fue muy difícil, la verdad es que siempre valió la pena”.
Además de madre y apasionada por la naturaleza, Alejandra se define como una exploradora de la vida. “Me gusta explorar por fuera y por dentro, saber qué me está pasando cada vez que empiezo un lugar nuevo, que siento, cómo lo siento”. La curiosidad la llevó a Nepal, el Amazonas o la cordillera blanca y en Argentina recorrió desde Salta a Ushuaia.
La identidad, la fotografía y el telar, la trama de la identidad
Dice que es capaz de encontrar la belleza en cada una de las personas que habitan los lugares que fotografía: “Siento que son dignos de ser retratados, nadie se compromete con lo que no conoce y recorrer un lugar nuevo me llena de vida, siento que puedo hacer cosas, que puedo reflejarlo y que soy parte ¡Me siento viva!”.
Seleccionar el lugar, preparar la logística necesaria y tomarse todo el tiempo que requiera, se convirtió en costumbre para Alejandra, una verdadera aventura fotográfica que la llevó a diversas latitudes. “Cuando tomo fotos de esos lugares, primero lo hago para mí, porque siento y deseo con todo mi corazón, guardarme un momento de ese espacio, pero después busco transmitir belleza. Quiero ser ese puente entre esa belleza y las personas, para primero conectar, segundo para transformar”.
“Creo que, una persona que nunca vio la belleza de un bosque, quizás nunca se va a comprometer con cuidarlo, porque no entiende lo que está pasando y si no puede llegar a ese lugar, por lo menos deseo que sepa que existe y que sepa que de ese lugar dependen muchas vidas. Lo mismo me pasa con las personas que viven en el lugar, esas personas cuando yo las retrato, no lo hago nada más que para mí, también lo hago para ellas, para que esas personas valoren su cultura y sepan que desde un lugar muy respetuoso hay gente que lo está valorando”.
La historia de vida de Alejandra, ya no se trata tan solo de trabajo. Ella disfruta todo el proceso de preparar y concretar su proyecto. Habla de experiencias en lugares donde la gente se dedica a la crianza de animales, tejidos, siembra de granos y todo lo que hayan heredado de sus antepasados.
Por ello, quiere recuperar la identidad de las personas, mostrando cada historia, a través de la fotografía. “Que la abuela sienta la necesidad de enseñarle a tejer un telar a su nieta porque se da cuenta de que quizás hay algo para recuperar ahí de su cultura. Entonces la fotografía para mí es conciencia, es protección y es un eslabón entre el que observa y el que es retratado, entre la montaña y las personas de las ciudades”.
La Rioja son todos esos pueblitos
Alejandra ha aprendido a reconocer y valorar su propio trabajo en escenarios al aire libre. Recuerda que, la primera vez que vino a La Rioja, fue impactante para ella. “Recorrí diferentes pueblitos. Se percibe una cultura propia”. Esta sensación la llevó a generar un proyecto.
“Esa cultura propia que tiene la población y que la lleva como su forma de vida. No es como un Machu Picchu donde la gente vive así para ganarle dinero. Estamos hablando del lugareño que teje sus estribos, les saca la piel a los animales y hace alfombritas para el piso. Hacen pantalones para protegerse de las espinas del monte. Me interesa, justamente, que ellos encuentren un motivo también para preservar su cultura y su identidad”.
Resalta su experiencia de haber conocido la cumbre principal de las Sierras de Famatina, el cerro General Belgrano. “Me sorprendió gratamente la diversidad que existe, diversidad de colores, de flora, de fauna y la gente que vive ahí. Uno empieza subiendo entre verdes y flores y en la medida que va ganando altura va empezando a transitar los ocres, naranjas y se vienen los nevados atrás. Realmente, como montañista es una experiencia increíble”.
La fotógrafa y guía de montaña, habla sobre la posibilidad de que las sierras sean un área protegida. “Las empresas privadas siempre van a encontrar una forma de socavar esas montañas con fines económicos, los pobladores nunca se ven beneficiados por estas grandes empresas que usan el agua, que rompen la tierra y que se llevan las riquezas. El agua de la cual dependen generaciones y generaciones, debería ser protegida por las personas que viven en ese lugar. Es algo que no se recupera, que no podemos comprar, entonces, preservarlo debería ser prioritario”.
Equipo Natura Argentina
Promovemos la creación de Áreas Protegidas para la conservación de los ecosistemas naturales, impulsando la participación de actores locales.