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La memoria y la identidad se construyen haciendo un doble ejercicio: mirar hacia atrás y hacer permanecer. Invitamos a descubrir las Sierras de Ambato: para percibir e integrar esa historia que está ahí, al alcance de todas las personas, y que forma parte de nuestra vida.  Co-crear áreas protegidas, como una manera de mantener vivo ese legado cultural, honrar los orígenes, las formas de vida y producciones actuales, junto a la conservación de los bienes naturales.

 

“Paisajes de Catamarca 

con mil distintos tonos de verde 

Un pueblito aquí, otro más allá. 

Y un camino largo que baja y se pierde.”

Rodolfo Polo Giménez

 

Esta canción -más conocida por la interpretación de Los Chalchaleros- describe la cuesta del portezuelo, sus costumbres, y un poco de la idiosincrasia catamarqueña. Suele ser lo primero que describen quienes ven Catamarca por primera vez:  los mil tonos de verde, y sus caminitos, hacen de este lugar un sitio maravilloso.

Las Sierras de Ambato se erigen en la región central de la provincia, como una columna vertebral rodeada de vida a su paso. Los matices naturales son tan diversos que parecieran muchas regiones en una: Yunga con verdes intensos, un Bosque chaqueño pintado de quebrachos y algarrobos, la Prepuna y esos cardonales antiguos que parecieran tener memoria. Montes de Sierras y Bolsones: estepas arbustivas que caen silenciosas por los valles. Los Altos Andes, ecorregión que nos conecta, mediante la vértebralidad de la cordillera a esta parte sur del mundo, con el resto de América Latina. Un crisol de ecorregiones.

Pero no solo se trata del verde y la naturaleza exhuberante: en cada uno de los rincones de las Sierras de Ambato hay historias, leyendas, formas de vida que componen un vasto patrimonio cultural.

Un reconocido antropólogo, Llorens Prats, definió al patrimonio cultural como un conjunto de bienes tangibles e intangibles, que se hallan en una cultura o en un pueblo. Desde esta perspectiva, sabemos que es posible encontrar registros, voces, costumbres y narrativas que describen el paisaje. 

El patrimonio se constituye entonces no solo como aquello que se percibe desde el entorno natural, sino también eso que sentimos o percibimos cuando contemplamos lo que nos rodea. La idea de patrimonio también es dinámica, ya que no es algo que comienza y termina, sino que se puede transmitir de generación en generación, se recrea constantemente.

Según este mismo autor, el patrimonio cultural intangible se ha revalorizado no sólo como fuente de diversidad, identidad, creatividad de los pueblos y como práctica y conocimiento de quienes lo portan, sino también como una construcción social.

Es en este mismo sentido que las áreas protegidas son una oportunidad para la permanencia del patrimonio cultural y natural de este pedacito de la Argentina.

 

Pedacitos de memorias. Instalaciones de la finca Mischango. Familia Losso.

 

La riqueza patrimonial de este pedazo de Catamarca está a la vista, acompaña el paisaje y a su gente en cada uno de los lugares en donde este cordón montañoso alberga un pueblito aquí y otro más allá.

 

El Manchao: el hechicero del alto guarda nuestra memoria

 

Se cree que la palabra “Ambato” proviene del dialecto kakan –la lengua de las comunidades Diaguitas que habitaron esta zona y del quechua “An-Huatu”, que significa “hechicero del alto. “Manchao”, se compone de la raíz “manch”: miedo, y “ao”: lugar. Es decir, el cerro Manchao: el punto más alto del cordón montañoso, el lugar del miedo. 

 

El Cerro El Manchao, de 4550 msnm, el más alto de de la cadena montañosa del Ambato, en la provincia de Catamarca. Su nombre significa “lugar de miedo“.

Hay quien dice que a los cerros se les pide permiso para escalarlos, para transitar sus senderos, ofrecer una plegaria, dejar una apacheta, mostrar respeto. El Manchao convoca a un misticismo particular. Tiene una impronta imponente, de laderas abruptas y rocas prominentes, y su cima, de 4.552 metros de altitud sobre el nivel del mar, está a veces teñida de blanco por las nevadas. 

Hay en esta imponencia múltiples historias que se tejen en la memoria de los pueblos. El diálogo de saberes y la sacralidad de la naturaleza en torno a lo que se percibe del lugar, cobra vida en imágenes y testimonios de los habitantes de estas tierras.

Estas historias permanecen, se reinventan y están ahí otorgándole sentido a lo que vemos.

 

Una vieja bodega a los pies del Manchao. Historia de una producción vitivinícola de las personas que llegaron a estas tierras.

 

Una canción que seguirá siendo cantada

 

Considerar el patrimonio cultural, apreciarlo en forma de canción, poema, leyenda o relato nos  conecta con lugares y personas. En este sentido, las áreas protegidas deben contemplar estas expresiones para que puedan perdurar no solo los bienes naturales y sus maravillas, sino también las identidades de las comunidades que viven allí.

Andando por esos caminos “que bajan y se pierden”, tal vez logremos percibir e integrar esa historia que está ahí, al alcance de todas las personas, y que forma parte de nuestro patrimonio. Es que la memoria y la identidad se construyen haciendo ese doble ejercicio, mirar hacia atrás y hacer permanecer. La conservación implica todo esto. 

Recuperar saberes sobre los valores de conservación: que incluyen la fauna, flora y cursos y cuencas de agua pura del lugar, sus habitantes, prácticas y costumbres. Y tener presentes las amenazas, entendido como todo aquello que van en detrimento de estos valores: como por ejemplo, prácticas extractivas como la minería a cielo abierto, que sabemos existen en este  territorio. 

Co-crear áreas protegidas, es una manera de mantener vivo ese legado cultural, honrar los orígenes, formas de vida y producciones actuales junto a la conservación de los bienes naturales.

 

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Nos reunimos con diferentes actores involucrados en conservación y comenzamos a pensar en una agenda común para trabajar en: el cumplimiento de las metas ambientales internacionales, y la sostenibilidad económica de las áreas protegidas de Argentina. El aporte de Natura Argentina para lograr que los mecanismos de financiación aseguren la participación de las personas en los procesos de creación de nuevas áreas protegidas.

 

Por Redacción Natura

En un significativo evento, logramos reunirnos con referentes políticos de diferentes partidos y organizaciones de la sociedad civil, congregados para dialogar sobre las propuestas y desafíos que enfrenta Argentina en su camino hacia la meta 30×30. Este encuentro tuvo como gran objetivo analizar el estado actual de nuestras áreas protegidas y diseñar una estrategia sólida hacia el futuro. 

Participaron representantes de gobierno del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación, de la Administración de Parques Nacionales y representantes del cuerpo legislativo del Congreso de la Nación.

Fue una jornada de participación y trabajo. Pudimos conversar con representantes de gobierno del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación, de la Administración de Parques Nacionales y la Fundación Parques Nacionales, representantes del cuerpo legislativo del Congreso de la Nación, otras organizaciones filantrópicas del mundo, y representantes de ONG argentinas que trabajamos por la conservación del patrimonio natural y cultural del país. Los grandes desafíos planteados fueron, por un lado, el camino para lograr detener e invertir la pérdida de diversidad biológica, pero también para pensar mecanismos de financiación para la sostenibilidad de las áreas protegidas existentes, en todos los niveles de gestión. 

 

El desafío de la sostenibilidad financiera de las áreas protegidas

La agenda del evento, realizado en el mes de junio en la Embajada Argentina de los Estados Unidos, tuvo como grandes ejes, por un lado, las metas ambientales internacionales a las que Argentina se comprometió en la COP 15 del Convenio de Diversidad Biológica, y por otro, posibles mecanismos de financiación para el sistema de áreas protegidas del país, para poder lograr esas metas. Debemos tener presente que los fondos destinados a la conservación de la naturaleza son escasos para los objetivos planteados, y en el contexto socioeconómico del país, el financiamiento externo es clave.

En relación con eso, se conversó sobre el Plan de financiamiento para la permanencia, una herramienta que tiene como objetivo último garantizar la sostenibilidad financiera a largo plazo para la conservación.  Desarrollar un plan de conservación integral y un modelo de sostenibilidad financiera de las áreas protegidas es sumamente importante para que existan más y mejores áreas protegidas.

“Natura Argentina se compromete a seguir trabajando para crear áreas protegidas en conjunto con las comunidades locales y con base técnica y científica adecuada, para proteger lugares amenazados y únicos de nuestro país”. Lucila Castro, directora ejecutiva de Natura Argentina (der).

 

“Revisar la estrategia argentina con la ayuda de organizaciones nacionales e internacionales que son especialistas en el ambiente, y en la misma mesa que diferentes actores políticos involucrados es exitoso para nuestro trabajo, porque pudimos pensar juntos necesidades y mecanismos útiles”, resumió Lucila Castro, directora ejecutiva de Natura Argentina

Algo destacable de estas formas de financiamiento es que se establece que para poder utilizar estos recursos es que debemos interpretar lo financiero junto con la conservación efectiva como un todo, y que diferentes actores, técnicos, sociales y políticos, debemos trabajar juntos y pensar en acuerdos para poder avanzar.

 

 

¿Qué implican algunos de los compromisos internacionales asumidos por Argentina?

 

Argentina tiene una larga historia en conservación y creación de áreas protegidas. Fue uno de los primeros países del mundo en crear parques nacionales; el compromiso en la conservación de la biodiversidad ha sido evidente en los últimos años, con un aumento en la superficie terrestre y marina protegida a nivel nacional. Sin embargo, se reconoce que es fundamental fortalecer la colaboración y encontrar soluciones conjuntas para superar los desafíos financieros y operativos que enfrentan las áreas protegidas de carácter provincial.

Para el año 2030, Argentina debería duplicar sus áreas protegidas, tanto en tierra como en el mar, según el acuerdo firmado en la COP 15 del Convenio de Diversidad Biológica.

En diciembre de 2022, la Conferencia de las Partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica de las Naciones Unidas llegó a un nuevo acuerdo mundial sobre biodiversidad denominado Marco Mundial Kunming-Montreal de la Diversidad Biológica. El convenio representa un hito significativo en los esfuerzos globales para abordar las crecientes tasas de pérdida de biodiversidad, e incluyó la adopción de un marco de monitoreo y mecanismos para la planificación, el reporte y la revisión.

En ese acuerdo se establece que los países, incluido Argentina, deben aumentar la superficie de las áreas protegidas hasta el 2030 y mejorar la calidad de la gestión de las mismas.

De izquierda a derecha: la Diputada Nacional Graciela Camaño, el Ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible Juan Cabandié, el embajador argentino en Estados Unidos Jorge Arguello, y la Senadora Nacional Gladys Gonzalez.

 

Dentro de este marco, encontramos la meta 3, la cual busca proteger al menos el 30% de las tierras y océanos a nivel global para el año 2030. El acuerdo incluye compromisos para que se respeten plenamente los derechos indígenas y de las comunidades locales en estos procesos.

La ciencia nos dice que alcanzar la protección global del 30% de las áreas terrestres y marinas es fundamental para frenar la acelerada pérdida de biodiversidad, almacenar carbono, prevenir futuras pandemias y fortalecer el crecimiento económico. 

 

Este evento representó un paso importante en la búsqueda de una estrategia sólida y sostenible para la protección de la biodiversidad en Argentina. La cooperación entre referentes políticos, organizaciones locales e internacionales, y organizaciones filantrópicas de los Estados Unidos, marca un hito en el camino hacia la meta 30×30 y la visión compartida de conservar la naturaleza y la cultura locales, con la participación de las personas involucradas.

El biólogo catamarqueño Gonzalo Martínez nos resume la importancia de proteger una de las provincias con más biodiversidad del país: desde bosques húmedos, pasando por palmares de la región chaqueña, hasta los extensos pastizales de neblina, algo que genera un atractivo turístico y de naturaleza.  “Es imprescindible mostrarle a la población que pueden proteger la flora y la fauna autóctonas, haciéndolos partícipes de la conservación de su territorio”.


Por Gonzalo Martínez.

 

Catamarca es una de las provincias más biodiversas de Argentina, ya que contiene cinco ecorregiones (número que comparte con Salta). Esto le da a Catamarca una enorme variedad de zonas de vida y ecosistemas.

Aunque no tiene áreas protegidas estrictas, la misma topografía se ha encargado de mantener prístinos muchos sectores, aun con el riesgo de que en un futuro no muy lejano se pierda esa riqueza, debido al avance de prácticas de producción no sostenibles. 

Estas actividades sin ningún tipo de control han llevado a la extinción de muchas especies.

Es posible minimizar los impactos ambientales para una convivencia más sana con los ecosistemas, lo que también mejora la calidad de vida de las comunidades que habitan la zona.  Un ejemplo de esto son las prácticas de ganadería regenerativa, que propone fortalecer la cadena de comercialización: mejorando el sistema de rotación del ganado -entre otras buenas prácticas- se pueden conservar los ecosistemas, integrando a la ganadería. 

Esta superficie tiene valores biológicos, culturales y arqueológicos singulares: presenta un gradiente altitudinal muy amplio y diversos ambientes, con bosques de muy alto valor de conservación.

 

Existen también propuestas de turismo regenerativo, planes de transición agroecológica, entre muchas otros caminos para gestionar las áreas naturales protegidas, que conserven los espacios naturales lo mejor posible, y resguarden aquellos sectores que aún se mantienen bien conservados. Tenemos la posibilidad de restaurar ese daño, con la chance de que algunas de estas especies vuelvan a habitar sus ambientes originales en un futuro. 

 

Proyectos para un futuro cerca de la naturaleza

Desde hace varios años lucho y trabajo para que Catamarca tenga áreas naturales protegidas. Como biólogo logré difundir información, y hasta algunos diputados se contactaron conmigo, para ponerse a disposición ante cualquier proyecto que se requiera. Logré crear un proyecto de Reserva Natural Provincial presentado por la diputada Adriana Díaz en el año 2019 y que lamentablemente al pasar a Senadores perdió estado parlamentario. 

Siempre fue importante para mí intentar crear áreas naturales protegidas en la ecorregión Yungas, ya que Catamarca es la única provincia que no protege esta región: es un ecosistema frágil, el más biodiverso que tenemos y donde se encuentra su porción más austral, pudiendo generar un corredor biológico con las áreas protegidas de las demás provincias. 

La creación de la primera área natural protegida nacional en la provincia Catamarca sentará una base muy importante y dará inicio a lo que sin dudas es una etapa nueva en materia de conservación y educación ambiental. Me refiero al proyecto que está llevando a cabo la Administración de Parques Nacionales (APN) junto a la Dirección Provincial de Biodiversidad y Áreas Naturales Protegidas de Catamarca y Natura Argentina.

En las Sierras de Ambato se encuentran los relictos más australes de las Yungas, que incluyen bosques montanos de pino del cerro y de arrayán o pseudomato.

 

El trabajo se centra en la porción sur del gran sistema serrano de Ambato: una zona que cuenta con características únicas, comenzando con la gran heterogeneidad de sus ecorregiones y subecorregiones o distritos en el área delimitada.

Esto no solo representa una gran biodiversidad, sino también una gran variedad de paisajes naturales, desde bosques húmedos, pasando por palmares de la región chaqueña hasta los extensos pastizales de neblina, algo que genera un atractivo turístico y de naturaleza. 

 

La más verde, la más diversa

 

En las Sierras de Ambato podemos encontrar uno de los últimos parches de la ecorregión Yungas representados principalmente por el piso de bosques montanos y un bosque serrano con elementos yungueños.

Se trata de bosques de montaña, sombríos, frescos y muy húmedos, en cuyas ramas crecen musgos y helechos. 

En esta zona nacen cursos de agua fundamentales para la provisión de agua para consumo local y riego de una zona productiva, semiárida como el Valle Central, y árida como el Bolsón de Pipanaco.

 

Especies como el pino del cerro (Podocarpus parlatorei), arrayán (Myrcianthes mato), nogal criollo (Juglans australis) y sauco grande (Sambucus peruviana), son los principales representantes arbóreos que contiene esta zona, ubicada en la porción norte de la futura área protegida

La porción sur se caracteriza por un bosque chaqueño bien representado por árboles como el quebracho blanco (Aspidosperma quebracho-blanco), horco quebracho (Schinopsis haenkeana), algarrobo blanco y negro (Prosopis chilensis y P. nigra), palmera caranday (Thritrinax campestris), entre otros. 

 

La palmera caranday o coco, habita en estos bosques chaqueños, que se encuentran en buen estado de conservación.

 

Pasando a la zona occidental nos encontramos con una Prepuna que se caracteriza por un cardonal, cuyo representante es el cardón grande o achuma (Trichocereus terscheckii). Dicha zona es la de mayor diversidad de cactáceas y quedaría protegida en el lado suroeste del área delimitada. 

 

La prepuna tiene en Argentina una fuerte impronta cultural, sea por sus vestigios materiales históricos o por la riqueza de su patrimonio inmaterial.

 

Cuando nos movemos por el sector oeste de dicha área, encontramos una porción extensa de la ecorregión Monte de Sierras y Bolsones. Allí se protegerán especies vegetales como la retama (Bulnesia retama) y el algarrobo dulce (Prosopis flexuosa). 

Ya en la parte más alta de la sierra se pretende conservar los pastizales de altura con predominancia de los géneros Festuca sp. y Stipa sp, intercalados con importantes arbustales serranos. Además, en el extremo norte del área delimitada se encuentra una porción de la ecorregión Altos Andes, donde habitan especies vegetales como la yareta (Azorella compacta).

 

Estas montañas de climas secos y hostiles, son el hogar de especies amenazadas como la emblemática taruca; y especies endémicas de plantas y de vertebrados poco conocidas.

 

Con la creación de un área protegida nacional en la Sierra Ambato, logra conservar múltiples ambientes, entre ecorregiones y subecorregiones. Esto resulta muy importante y novedoso, ya que no hay tal representatividad en otras áreas naturales protegidas del país.

 

La fauna

En cada uno de los diferentes ambientes fitogeográficos que describimos, habitan especies de animales representativas de cada una, algunas de las cuales están en situaciones poblacionales críticas, como la taruca o huemul andino (Hippocamelus antisensis), una especie que en la actualidad se encuentra en peligro de extinción. 

Una especie de ave yungueña, el cerquero amarillo (Atlapetes citrinellus), habita la porción norte de la zona delimitada para la futura área protegida y se trata de un endemismo de las Yungas de Argentina. Dicha ave se encuentra en estado vulnerable a nivel nacional. 

Un lugar lleno de vida y rebosante de biodiversidad, y también muy sensible a la actividad antrópica.

 

Toda la zona también es hábitat del cóndor andino (Vultur gryphus), especie considerada amenazada a nivel nacional y que cumple un rol esencial en la naturaleza como “reciclador” de restos orgánicos de los cádaveres. Una especie presente en el bosque chaqueño y que se encuentra en peligro es el águila coronada (Buteogallus coronatus). 

 

Hacer algo

No podemos continuar haciendo lo que queramos con la naturaleza sin medir las consecuencias de ello, sobre todo porque sabemos que esto nos afecta y afectará a las futuras generaciones. Debemos aprender a integrarnos con la naturaleza, al fin y al cabo somos parte de ella.

Lo que me impulsa a trabajar por la conservación de los ambientes naturales es observar continuamente el maltrato a nuestros ecosistemas por parte de las actividades humanas.

 

Parte del trabajo para proyectar un área protegida, incluye relevar especies con cámaras trampa.

 

Es necesario que en Catamarca se comiencen a crear áreas naturales protegidas, iniciando por las zonas más biodiversas de la provincia. Es posible lograr un trabajo conjunto con muchos privados que tienen deseos de proteger la selva y los bosques, creando reservas naturales, pero que carecen de financiación para llevarlas a cabo. 

Es imprescindible mostrarle a la población que existen otras actividades con las cuales obtener ingresos, y a la vez proteger la flora y la fauna autóctonas, haciéndolos partícipes de la conservación de su territorio y formas de vivir. 


 

Presentamos los resultados de la Identificación de Sitios Candidatos para la creación de áreas protegidas nacionales en la provincia de Catamarca.

Durante los meses de septiembre y octubre de 2021, los equipos de la Administración de Parque Nacionales (APN) y Natura Argentina trabajaron en la construcción de una evaluación ambiental multicriterio, con el objetivo de identificar Sitios Candidatos, con altos Valores de Conservación, para la creación de la primera área protegida nacional en Catamarca.

Ante el interés declarado por parte de la APN y el gobierno de la provincia de Catamarca para la creación del primer Parque Nacional catamarqueño, y la gran diversidad de ecosistemas y paisajes que la provincia presenta, se emprendió un fructífero trabajo técnico y colaborativo para aportar a este proceso. Los equipos técnicos trabajaron en conjunto, recopilando información disponible sobre los aspectos ambientales del territorio provincial, capas de información relacionadas con usos del suelo, datos de campo y publicaciones referidas a la biodiversidad, entre otras fuentes para realizar el análisis.

Según Cristina Casavecchia -asesora en planificación y gestión de conservación y áreas protegidas de Natura-: “Son de gran importancia los abordajes técnico-científicos como este, para trabajar en la priorización estratégica de sitios potenciales para ser declarados como áreas protegidas. Natura Argentina contribuye así con su trabajo en este proceso y destaca la importancia de la colaboración interinstitucional, como es el caso de esta experiencia entre APN y una ONG como Natura”. 

Se llevaron a cabo numerosas reuniones técnicas de coordinación y talleres virtuales, en los que participaron profesionales de ambas instituciones, con diferentes experiencias relevantes para el proceso. Se lograron definir y ponderar los principales criterios de clasificación, de manera específica para cada una de las cinco ecorregiones de la provincia de Catamarca: Monte de Sierras y Bolsones, Yungas, Chaco Seco, Puna y Altos Andes. 

Los criterios fundamentales definidos se vincularon con el agua, los glaciares, la vegetación y los bosques nativos, el impacto de actividades antrópicas y sitios específicos de importancia para diversas especies

Como resultado del análisis multicriterio, las áreas priorizadas con una superficie mayor a 10.000 ha fueron: 1) Salinas Grandes, 2) Bolsón de Pipanaco, 3) Seis Miles (norte), 4) Aconquija catamarqueño, 5) Seis Miles (sur). Cabe destacar que las Sierras de Narváez también se posicionan como un sitio candidato, si bien no se encuentra dentro de los 5 más relevantes. 

Para la directora de Natura Argentina, Lucila Castro, “las herramientas y los resultados obtenidos en este trabajo constituyen un insumo estratégico base para la toma de decisiones, relacionado con los valores de conservación de la provincia de Catamarca y de la Nación Argentina”. 

Es de esperar que, en instancias futuras, se desarrollen evaluaciones más detalladas de manera conjunta con actores claves, sobre la factibilidad de los Sitios Candidatos, u otros sitios propuestos. Para Castro, “el objetivo será alcanzar una propuesta de área protegida nacional, robusta técnicamente, eficaz en la representación de ecorregiones a escala nacional, bajo una figura de protección, y que proteja el patrimonio natural y cultural valorado por la comunidad catamarqueña y argentina”.

Natura Argentina se pone a disposición para acompañar al Gobierno de Catamarca en buscar y desarrollar de manera conjunta evaluaciones más detalladas de factibilidad de los Sitios Candidatos, u otros sitios propuestos, a partir de un trabajo interinstitucional, colaborativo, mixto de gabinete y de campo. 

Aquí se puede consultar el informe completo.

Por Lic. María Marta Mokobodzki Ongaro

Las áreas protegidas constituyen una estrategia fundamental para la conservación de los bienes y servicios ambientales que ofrecen los ecosistemas. Estos bienes y servicios ambientales son indispensables para la vida, proporcionando los elementos necesarios para el bienestar general del planeta.

Estos bienes y servicios ambientales que ofrecen las áreas protegidas son consumidos por los diferentes agentes económicos, ya sea en sus decisiones de consumo y/o producción. Estas decisiones de consumo y producción son tomadas sin considerar el valor económico total de los bienes y servicios ambientales que las áreas protegidas brindan, derivando en situaciones por debajo del óptimo.

Lugar: Parque Nacional El Palmar, provincia de Entre Ríos, Argentina. Imagen: María Cruz Berasategui

Esta situación se presenta porque no existe un mercado en donde se intercambie este tipo de bienes y servicios ambientales o ecosistémicos, pero esto no implica que no tengan un valor económico y que conservarlos no sea costoso. De hecho, si tomamos el valor económico total de estos bienes y servicios ambientales, nos daríamos cuenta el elevado precio que deberíamos pagar por el consumo de los mismos.

Esta situación en donde el consumo de los bienes y servicios ambientales no esté reflejado en un precio de mercado a través de una transacción, desde la visión económica, se denomina falla de mercado, más precisamente es una externalidad negativa en donde los consumidores no pagan el verdadero valor de los bienes y servicios consumidos y es la sociedad quien se hace cargo de los costos de preservarlos.

Esta situación en donde no se paga por el consumo de los bienes y servicios ambientales que ofrecen las áreas protegidas, sumado a la escasez de asignaciones presupuestarias destinadas a la gestión efectiva de las mismas deriva en la imposibilidad de realizar una gestión efectiva de y, por lo tanto, en la incapacidad de cumplir con los objetivos para los que fueron creadas.

A partir de lo expuesto emerge el concepto de sostenibilidad financiera de las áreas protegidas en donde ha sido definida por Emerton et al (2006) (1) como “la capacidad de asegurar recursos financieros estables y suficientes a largo plazo y distribuirlos en tiempo y forma apropiada, para cubrir los costos totales de las AP (tantos directos como indirectos) y asegurar que las AP sean manejadas efectivamente y eficientemente según sus objetivos de conservación y otros pertinentes”.

Parque Provincial Aconcagua, Provincia de Mendoza, Argentina. Imagen: María Cruz Berasategui

La sostenibilidad financiera es una estrategia que requiere poder identificar qué actores económicos son los consumidores de los bienes y servicios ambientales de las áreas protegidas y/o los sistemas de áreas protegidas para lograr, mediante diferentes mecanismos financieros, resolver la externalidad negativa logrando que los mismos paguen por su consumo.

De esta manera y bajo la teoría económica que entiende a la problemática ambiental como una externalidad negativa en donde se deben construir instrumentos para poder internalizarla, es que se incorporan al presupuesto disponible otras fuentes de financiamiento alternativas y complementarias a la asignación gubernamental anual, pero que responden a resolver el problema.

Estas diversas fuentes de financiamiento, llamadas alternativas o complementarias a las asignaciones gubernamentales tienen diferentes características en cuanto al origen, la estabilidad, el horizonte temporal, la facilidad y rapidez en su implementación y también qué mecanismos financieros permiten la gestión y ejecución de las mismas.

La estrategia de sostenibilidad financiera debe conducir a que estas fuentes de financiamiento alternativas y complementarias generen un presupuesto estable y de largo plazo para así poder planificar y cumplir con los objetivos para los cuales las áreas protegidas fueron creadas.

Para realizar la estrategia de sostenibilidad financiera se requiere poder construir el presupuesto necesario para una gestión óptima de las mismas y conocer la brecha existente entre el presupuesto para la gestión óptima y el presupuesto actualmente disponible.

Parque Nacional El Palmar, provincia de Entre Ríos, Argentina. Imagen: María Cruz Berasategui

Un estudio de Sostenibilidad Financiera de las Áreas Protegidas en América Latina y el Caribe (2) muestra una brecha de financiamiento de US$314 millones/año para que simplemente se puedan encarar actividades básicas de manejo. Esto indica que la escasez de recursos económicos está presente en toda la región.

Algunos países de la región han ido construyendo sus estrategias de sostenibilidad financiera por ejemplo Herencia Colombia contribuye a alcanzar las metas internacionales que Colombia se ha trazado para conservar y aumentar sus áreas protegidas y garantizar su integración en paisajes y sectores, a través del diseño y posterior implementación de un modelo de financiamiento a largo plazo para el Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SINAP) .

Actualmente, Argentina no tiene una estrategia de sostenibilidad financiera de áreas protegidas a nivel nacional, pero, por ejemplo, Natura International ha realizado en conjunto con la Provincia de Salta su primer estudio de estrategia de sostenibilidad para el Sistema Provincial de Áreas Protegidas (SIPAP) con una primera aproximación de la brecha financiera y la identificación de potenciales fuentes de financiamiento de acuerdo al marco teórico correspondiente.

Parque Nacional Los Glaciares, Provincia de Santa Cruz, Argentina. Imagen: María Cruz Berasategui

Este paso que realizó la Provincia de Salta va a ser un hito muy importante para los sistemas de áreas protegidas provinciales y un elemento motivador para comprender que la sostenibilidad financiera de las áreas protegidas es uno de los elementos centrales en las estrategias de conservación. Los ecosistemas bien conservados maximizan su potencial de brindar bienes y servicios ambientales, para las generaciones presentes y futuras. Entonces, se procura la sostenibilidad financiera de las áreas protegidas en aras de seguir demandando estos bienes y servicios ambientales que tanto bienestar y satisfacción generan.

Es importante avanzar en la concientización sobre que las áreas protegidas, ya no son solo una alternativa para la conservación de la biodiversidad, sino una vía para la preservación de los bienes y servicios ambientales necesarios para la vida. De esta manera, la sociedad valorará los beneficios ambientales, culturales, sociales y económicos que recibe de las áreas naturales protegidas.

  1. Emerton, L., Bishop, J. and Thomas, L. (2006). Sustainable Financing of Protected Areas: A global review of challenges and options. IUCN, Gland, Switzerland and Cambridge, UK. x + 97pp
  2. Bovarnick, A., J. Fernández-Baca, J. Galindo y H. Negret, Sostenibilidad Financiera de las áreas protegidas en América Latina y el Caribe: Guía para la política de inversión, Programa de las Naciones Unidas para el desarrollo (PNUD) y The Nature Conservancy (TNC), 2010.

Por Claudina Gonzalez

Mucho se habla del turismo sostenible. Planes y programas del sector público, productos y emprendimientos privados, programas y contenidos académicos incluyen, siempre y sin excepción, el concepto de sostenibilidad. Una discusión diferente es llegar a conocer si esta inclusión es algo meramente declamativo o bien se acompaña de buenas prácticas, reales, concretas y verificables. 

Lo cierto es que el desarrollo de un turismo sostenible es un proceso continuo que requiere de buena planificación así como del seguimiento constante de sus incidencias, para introducir las medidas preventivas o correctivas que resulten necesarias. De este modo la experiencia turística debe ser, por igual, satisfactoria para el viajero tanto como educativa, entendiendo a la práctica turística como una oportunidad para que los viajeros conozcan mejor los entornos naturales y culturales, los valoricen debidamente, los protejan y sean capaces de transmitir este mensaje a otros. 

Cada año, la Organización Mundial del Turismo (OMT o UNWTO, por sus siglas en inglés) dependiente del sistema de las Naciones Unidas, enmarca su agenda de trabajo con un lema. Recientemente, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró al 2017 como “Año Internacional del Turismo Sostenible para el Desarrollo”, para señalar y recordar el potencial del turismo y su contribución a la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible y sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Ese mismo año, la organización respondió de manera contundente a la pregunta “¿Por qué el turismo importa?”. Y la respuesta incluyó un repaso de la capacidad de la actividad para la generación de empleo, su contribución al Producto Interno Bruto global, al crecimiento económico, el entendimiento entre pueblos, a la conservación cultural, la valorización y conservación del ambiente y al desarrollo en general.

En Argentina el turismo constituye un sector sumamente dinámico de la economía. En  2018, la producción de bienes y servicios de las ramas características del turismo (sean o no demandadas por visitantes) fue de 5,7% del PIB. Los puestos de trabajo en ramas características del turismo fueron 1.269.070, un 6,2% del total de la economía, entre los segmentos de hotelería, restaurantes, agencias de viaje, empresas de transporte con fines turísticos (aerocomercial, trenes turísticos, fluvial, marítimo, automotor), explotación de playas, parques recreativos, reservas, museos, centros de convenciones, predios feriales y otros espacios de recepción de visitantes y otras actividades vinculadas. 

Es una actividad presente y dinámica en todas las regiones y, muy importante, está compuesta en su mayoría por micro, pequeñas y medianas empresas (prácticamente la totalidad del sector: 99,1%).

Suena prometedor, ¿verdad?

Sin embargo, toda esa potencia debe ser correctamente gestionada. Y esa gestión cuidadosa, permanente, respetuosa de los valores naturales y culturales, es un compromiso que deben asumir los gobiernos de distinto nivel, pero también las comunidades anfitrionas, las empresas y prestadores turísticos, las organizaciones de la sociedad civil y, muy importante, los propios viajeros.

Con la sostenibilidad como palabra clave, la naturaleza puede motorizar una economía resiliente a largo plazo. En particular, distintos organismos internacionales como el BID y el Banco Mundial, así como la Organización Mundial del Turismo, reafirman el valor del turismo de naturaleza y su rol en el desarrollo sostenible de los territorios, para la mitigación de la pobreza, como factor de crecimiento económico, como herramienta para la conservación de la biodiversidad y en su contribución al cumplimiento de acuerdos y convenios internacionales claves, como la mencionada “Agenda 2030”.

Argentina, cuenta con una asombrosa dotación de recursos naturales que, con particularidades locales y regionales, se extienden por el territorio, conformando un capital natural de gran riqueza y un atractivo turístico de enorme potencial. 

Un país con una enorme diversidad ambiental, destacado por abarcar en su territorio un gradiente casi completo de ecosistemas que incluyen selvas subtropicales de tierras bajas, selvas de montaña, bosques subtropicales semiáridos, sabanas inundables, desiertos, bosques templados húmedos, praderas, ecosistemas de alta montaña, marinos y polares. En su subsuelo se encuentra el Acuífero Guaraní -uno de los principales reservorios subterráneos de agua dulce-; es el segundo país latinoamericano con mayor cantidad de glaciares y está dentro de los 15 países a nivel mundial con mayor superficie cubierta de hielo, por lo que posee una de las principales reservas estratégicas de agua dulce del mundo. 

En ese sentido, las áreas naturales protegidas son de un enorme atractivo para el turismo. De acuerdo a información del Sistema Federal de Áreas Protegidas (SiFAP), el país cuenta con más de 500 áreas protegidas registradas, de distinta jurisdicción y gestión, que representan el 13,29% del territorio nacional continental, con una superficie total de 36.947.536 hectáreas: parques nacionales, parques interjurisdiccionales marinos, reservas nacionales, reservas naturales y monumentos naturales, parques provinciales, reservas naturales, reservas provinciales, áreas municipales, áreas privadas, refugios de vida silvestre, sitios Ramsar, Reservas de la Biósfera y Patrimonios Mundiales conforman algunos de los principales atractivos turísticos del país. 

Esta diversidad de ambientes, ecosistemas terrestres, de agua dulce, costeros y marinos, con su flora y fauna (vastas colecciones de aves, peces, mamíferos, vegetales, anfibios y reptiles, entre otros), ofrece la posibilidad de pensar estratégicamente en el turismo de naturaleza como el motor de la recuperación, sentando las bases para que el turismo se consolide como parte esencial de la economía nacional, enmarcándose en una agenda más amplia de desarrollo sostenible.

El turismo de naturaleza (incluyendo al turismo activo y el ecoturismo) ya constituía una de las prácticas turísticas de mayor desarrollo y demanda global en el contexto anterior al brote de la COVID-19, con un ritmo de crecimiento tres veces superior al del turismo en general según la OMT.

Por el lado de la demanda, son varios los factores sociales y demográficos a nivel global que explican este proceso de búsqueda de naturaleza y espacios abiertos en los viajes: consumidores bien informados y con mayor conciencia ambiental, por un lado, o la densificación y el crecimiento de las ciudades, con vidas marcadas por el encierro en espacios artificiales y afectadas por situaciones de estrés, por otro. Más de la mitad de la población mundial vive en entornos urbanos. Esto vuelve rutinarios a los espacios urbanos, artificiales y, por contraste, más valiosos a los contactos con la naturaleza en el tiempo de ocio. En Argentina, la población urbana es del 92%. Los escenarios naturales únicos y bien conservados, por contraste con otro tipo de destinos ya saturados, aparecen como deseables y son sumamente motivadores para esta demanda.

Los escenarios naturales y las actividades que allí se desarrollan dan respuesta a los turistas que buscan experiencias transformadoras y memorables en sus viajes. A los factores de atracción anteriores, se suman diversos estudios que señalan los beneficios de un contacto regular con espacios naturales y la realización de actividades en ellos, con impactos positivos en la salud física y mental.

Desde una visión de desarrollo, y dadas las enormes ventajas comparativas en materia de recursos naturales que caracterizan a la Argentina, una práctica verdaderamente sostenible en la naturaleza ofrece al turismo la oportunidad de consolidarse como una actividad económicamente rentable y viable. 

A su vez, el turismo de naturaleza suele generar mayores estadías promedio y mayor gasto de los viajeros en los territorios. El incremento en las variables de estadía y gasto encuentra su explicación, en parte, en la variedad de actividades recreativas de las que los espacios naturales son soporte. A mayor diversidad en el menú de actividades presentadas por un destino, mayor atractivo e interés representará ese territorio y, por tanto, justificará una extensión de la estadía con el consiguiente gasto asociado.

El turismo sostenible de naturaleza es, a su vez, un vehículo de desarrollo social. Muchas de las prácticas asociadas a este producto requieren la contratación de emprendedores y guías locales, estimulando el desarrollo de empresas turísticas (agencias de viajes, transportes, alojamiento, alimentación, artesanías, actividades recreativas y complementarias), habilitando así la diversificación de la matriz productiva y la generación de empleo local de muchas de las economías regionales y de comunidades que, en algunos casos y encontrándose muy postergadas, no cuentan con posibilidades para desarrollar otras actividades productivas.

A su vez, al incluir aspectos pedagógicos y de interpretación de la naturaleza, potencia la sensibilización de locales y viajeros sobre la trascendencia de la conservación de los ambientes naturales, ayudando a minimizar los impactos negativos sobre el entorno.

En síntesis, turismo sostenible (según la OMT) es “el turismo que tiene plenamente en cuenta las repercusiones actuales y futuras, económicas, sociales y medioambientales para satisfacer las necesidades de los visitantes, de la industria, del entorno y de las comunidades anfitrionas.”

Con la excepción de una minoría de áreas naturales protegidas creadas y consagradas exclusivamente a tareas de investigación científica, monitoreo y conservación ambiental, la mayor parte las áreas naturales conciben, junto con la función de conservación, una función social dada por el uso público de esos espacios, teniendo en cuenta el valor turístico recreativo y educativo de los mismos.

En la generación de nuevas áreas protegidas así como en la correcta gestión de las existentes, puede considerarse al turismo como una actividad amigable, lo que requiere dotar a los destinos de infraestructura acorde, que priorice las dimensiones de planificación y conservación en el uso público de estos espacios y que habilite el acceso y permita la visita y disfrute de destinos naturales que se perciben como valiosos pero que aún son emergentes. 

Hay una oportunidad en el desarrollo del turismo de naturaleza. Pero también, y de manera inseparable, hay un deber: el de incluir a la sostenibilidad en la agenda cotidiana de la actividad.

Por Alejandro Briones

Para mejorar la calidad de vida y la economía de las comunidades que viven en las áreas protegidas, sin perjudicar el ecosistema, es de suma importancia la diversificación productiva. Esto se logra incentivando, fortaleciendo y potenciando todas aquellas actividades que allí se desarrollan, adaptándolas a pautas de manejo que garanticen la sostenibilidad ambiental, económica y social.

Para identificar las diferentes actividades que se pueden fortalecer en un territorio, en una primera instancia se debe efectuar un diagnóstico socioambiental que se focalice en el uso de los recursos naturales: la manera en que los obtienen, la historia de ese aprovechamiento, el destino (si lo usan para autoconsumo o para la venta), la organización social, los obstáculos o conflictos, entre otros análisis.

(CeDRUS)

El diagnóstico permite conocer el contexto, los antecedentes de las intervenciones técnicas, así como abordar el trabajo social conjunto que se despliega: en esta instancia es clave la relación que se genera entre los técnicos/as y los pobladores. Esta relación se construye a través de entrevistas individuales y grupales, talleres en donde los pobladores sean los protagonistas (en definitiva, son ellos quienes conservarán o no el territorio) y donde los técnicos o técnicas sólo actúan como facilitadores.

Durante estos encuentros, es posible elaborar en conjunto mapas de relación comunidad-naturaleza, comunidad-mercados, comunidad-modos de vida, entre otras dinámicas grupales. Otra técnica que complementa los talleres o las entrevistas es la observación participante: poder convivir con las comunidades y observar el día a día acompañándolas en sus actividades diarias nos da la posibilidad de percibir otras relaciones entre los pobladores y la naturaleza.

Si tomamos como ejemplo actividades productivas llevadas a cabo por pobladores de diferentes áreas protegidas o potenciales áreas a proteger, encontramos en común algunas de las siguientes prácticas que adoptando un buen manejo son compatibles con la conservación del ambiente:

  • Ganadería: El problema de esta actividad es que generalmente se realiza sin ninguna planificación ni estrategia de venta. Tienen el ganado como capital y lo venden cuando necesitan el dinero y/o para autoconsumo. Como consecuencia de esto, la tierra presenta una alta carga animal, con el consecuente sobrepastoreo y degradación del sistema, en muchos casos, son individuos viejos que no pueden vender porque el mercado no consume. En este aspecto es importante poder trabajar en conjunto para elaborar un plan de manejo, un análisis del mercado y fortalecer la cadena de comercialización.

    Es muy importante, primero, efectuar un estudio sobre la capacidad de carga de ese territorio para definir la cantidad de ganado máximo que puede soportar esa área sin afectar los atributos del ecosistema y a partir de eso evaluar las mejores estrategias. Realizando una buena planificación, un buen sistema de rotación del ganado, entre otras buenas prácticas, se pueden conservar los ecosistemas integrando la ganadería. En este sentido, la principal demanda del mercado son los terneros, esto es favorable, ya que se los vende a los pocos meses del destete evitando que estos individuos pastoreen en el sistema.

(Alejandro Briones)

  • Actividades asociadas a la ganadería: Por otro lado, de la actividad ganadera se desprenden diversas producciones complementarias que se pueden potenciar para una eventual disminución de la carga animal y mejora en la economía familiar. Entre las que encontramos artesanías en cuero (lazos, monturas, instrumentos, entre otros) y producción de quesos. Estas actividades se podrían fortalecer principalmente con capacitaciones en empaquetado y venta, búsqueda de mercados estables, marketing, etc. Además, se pueden complementar con capacitaciones en manipulación de alimentos, búsqueda de certificaciones de sustentabilidad, entre otras posibilidades.
  • Apicultura: A esta actividad la desarrollan muchas comunidades, principalmente para autoconsumo y sin ningún manejo. Básicamente salen a recolectar la miel de las colmenas instaladas en los huecos de algunos árboles. Muchas veces, los apicultores deben cortar el árbol para poder extraerla. En este sentido, se puede mejorar con capacitaciones, instalaciones de cajones, sala de extracción, y otras acciones.También es muy importante la venta y el empaquetado de la miel ya que por lo general se vende en envases (botellas y/o frascos) usados sin su correcta esterilización, lo que implica una disminución del precio y una baja en la calidad del producto. Además, si se implementa un buen manejo se pueden obtener subproductos con mayor precio que la miel, como ser el propóleo, el polen y la cera. Con esta actividad también se mejora la polinización y por ende la producción de frutos que pueda estar asociada al sistema.
  • Turismo: Esta es de las principales actividades sustentables que se asocia a las áreas protegidas y hay mucha información al respecto. En este sentido, conviene incentivar no sólo el ecoturismo o el senderismo, sino también el turismo rural o turismo comunitario, en donde el visitante se relaciona con las comunidades, aprende y se involucra en sus formas de vida. Esto es fundamental para revalorizar la cultura de los pobladores que habitan las áreas protegidas.Otra estrategia es desarrollar el turismo de investigación. Hay muchos investigadores de distintas partes del mundo que se dedican a estudiar determinadas especies que se podrían encontrar dentro del área protegida y podrían dejar un canon o pagar a las comunidades a cambio de alojamiento, comida u otros servicios.

(Alejandro Briones)

  • Frutos del bosque: Existen diversas especies nativas de las cuales los frutos son comestibles. Lamentablemente, por una cuestión de marketing, nos han acostumbrado a las frutas exóticas, dejando de lado nuestros frutos autóctonos. Más allá del consumo directo de los frutos también hay derivados interesantes, como la harina de algarrobo, el arrope de chañar, el dulce de sauco, entre muchas otras. En este aspecto se pueden buscar las formas de abrir nuevos mercados y posicionar estos productos. Además existen muchas especies forrajeras. Por ejemplo, las comunidades del Chaco recolectan los frutos del algarrobo y lo almacenan para alimentar al ganado en épocas críticas. En este sentido, se puede pensar en la restauración con estas especies nativas, ya que el algarrobo fue históricamente cortado para madera y lo sigue siendo. Es una especie clave en diversos ecosistemas y se la asocia mucho con las riveras de las aguadas.
  • Madera: El aprovechamiento de madera para leña, postes para alambrado o cercos, o construcción de casas, es una actividad que si no se efectúa bajo un correcto manejo y control puede facilitar la degradación del área. Para que sea una actividad sustentable, es indispensable realizar un inventario forestal y un mapeo que nos permita conocer la estructura del bosque en su conjunto, de cada especie en particular y la distribución de las mismas. A partir de esto, se puede planificar cuántos individuos se pueden cortar anualmente de cada especie para no afectar los atributos del bosque, establecer los sitios en donde se puede extraer año a año, promover el uso de madera muerta, entre otras prácticas que garanticen la supervivencia del bosque a perpetuidad.

(Alejandro Briones)

  • Plantas medicinales: Casi todos nuestros ecosistemas cuentan con plantas medicinales de las cuales las comunidades hacen, o por lo menos hacían, uso de ellas. Muchas comunidades plantean la necesidad de que no se pierda esa costumbre y de poder registrar en cartillas o algún tipo de material para que se conserve ese conocimiento para las generaciones futuras. Asimismo, algunos pobladores llevan estas plantas a los mercados centrales y las venden en pequeñas bolsitas o puñados. Siguiendo esta línea, una buena acción es agregarle valor a las plantas medicinales empaquetándolas, registrándolas, o haciendo investigaciones sobre los componentes específicos de las plantas relacionando el conocimiento ancestral con el científico para lograr potenciar su uso y por ende su mercado.
  • Artesanías en madera, fibras de plantas autóctonas y cueros: es común entre los habitantes de las áreas protegidas realizar artesanías con diferentes materiales de la zona, éstas en todos los casos se efectúan de una manera artesanal sin perjudicar el ecosistema, por lo que es otra actividad muy factible de potenciar y generar mercado, como una manera de incorporar capital al sistema económico del territorio.

(Alejandro Briones)

  • Agroecología: La mayoría de las familias de las zonas rurales tienen su huerto y/o chacra o la
    han tenido en algún momento y, por diversas razones, la han abandonado. A la mayoría se las ha alejado de sus formas tradicionales de producción, incentivándolos a realizar nuevas prácticas en donde se incorpora el uso de fertilizantes químicos, insecticidas y otros compuestos que perjudican la tierra y generan dependencia de estos productos. Para resolverlo, es importante concientizar sobre la agricultura agroecológica, y poder lograr algún tipo de certificación orgánica, entre otras estrategias.

Las actividades que se pueden potenciar y/o fortalecer en un área específica conservando los servicios ecosistémicos, son diversas, y muchas se relacionan directa o indirectamente entre ellas. El correcto manejo y/o aprovechamiento es clave para garantizar la sustentabilidad del territorio.

Diversificar las producciones y/o servicios permite entre otras cosas, mejorar las economías familiares y la calidad de vida de las mismas, disminuir los riesgos ante cambios en el mercado, adaptarse a las condiciones biofísicas locales, hacer un uso eficiente de los recursos localmente disponibles, evitar la degradación de la tierra en algunos casos con la consecuente desertificación, disminuir el impacto en el ambiente e incluso mejorar el ecosistema. En conclusión, es una estrategia que garantiza la adaptación y la resiliencia de las comunidades ante los cambios climáticos y del mercado y garantiza la sostenibilidad ambiental, social y económica de un territorio.

Por Biól.  Agustina Di Pauli

Hoy más que nunca está claro que se vive en una distopía. Todos los días miles de hectáreas de bosques se deforestan y se incendian, el agua y el aire están cada vez más contaminados, pueblos enteros se ven obligados a migrar por los estragos que causan las mineras y por el avance de la frontera agrícola, los niños mueren por falta de acceso al agua potable, las especies desaparecen.

La fragmentación y simplificación de los ecosistemas aumentan la propagación de patógenos y crece el riesgo de transmisión de enfermedades zoonóticas, como la del virus COVID-19 que sumó el flagelo de la pandemia. ¿Quizás la primera de muchas que vendrán? ¿Cuántas más harán falta para reaccionar frente a los desafíos globales que manifiesta la naturaleza tan claramente?

No hay más tiempo, temas como la crisis ambiental, el derecho a un ambiente sano y la soberanía alimentaria merecen una discusión estructural. Urge adoptar un abordaje integral de la gestión de la conservación y abandonar modelos obsoletos, probar nuevos enfoques y ser creativos para estar a la altura de los cambios globales.

Desde siempre existió la dualidad entre producir y conservar, hoy el desafío está en generar nuevos paradigmas integrales, donde producir no implique seguir perdiendo ecosistemas, ni conservar implique dejar afuera a la gente.
Entre las ideas que aún imperan, está la de que el desarrollo de las sociedades sólo es posible a través de modelos extractivistas y de corto plazo; y que preservar los ecosistemas es un capricho de una elite conservacionista con privilegios. Entonces, si hay pobres se intenta crecer a cualquier costo para darles algo, en lugar de distribuir lo mucho que ya tienen unos pocos. El tiempo ha corroborado que estos modelos donde se favorece el crecimiento exponencial, solo generan más pobreza y que la crisis ambiental no hace otra cosa que profundizar las desigualdades sociales preexistentes.

La puesta en práctica de alternativas sostenibles y sustentables en los procesos de producción probablemente lleva un poco más de tiempo que los modelos tradicionales, pero proyectan un impacto más beneficioso a largo plazo y no sólo para unos pocos. Esto último es lo que realmente hace la diferencia, generan equidad y en consecuencia, sociedades más prósperas.

Una de las herramientas fundamentales como estrategia para reaccionar frente a los desafíos de conservación de la vida silvestre, reducción de la pobreza, mitigación y adaptación al cambio climático, son las áreas protegidas (AP). Pero sucede que cuando se habla de AP, automáticamente se piensa en verdaderos jardines del Edén donde todo está intacto y es intangible, lugares sin gente donde la presencia humana está prohibida o es perjudicial. Algo bastante alejado del real uso de la tierra en el planeta y la forma de habitarlo.

En principio es necesario volver a conectar con el sentido original de las AP como fuentes de biodiversidad natural, pero también como importantísimos sitios de valor social, cultural y económico; sitios modelo para la investigación y la generación de conocimiento; espacios ideales para realizar educación ambiental; zonas de amortiguamiento y regulación; fuentes de servicios ecosistémicos; lugares de entretenimiento y aprecio; las potencialidades son infinitas. Viéndolo de otra forma, sin AP, la temperatura del planeta sería aún más caliente y se habrían perdido miles de especies.

Luego se precisa repensar la relación entre las AP y la sociedad donde, más allá de los investigadores, técnicos y divulgadores, sean las comunidades locales las que se beneficien de la conservación de la naturaleza. De esta manera, los objetivos de conservación de la biodiversidad se verán favorecidos de manera casi espontánea.

Manejadas adecuadamente, las AP pueden financiarse a sí mismas y aún mejor, ser motores de desarrollo local debido a que generan economías basadas en el turismo. Entonces, las AP constituyen espacios reales de planificación, donde se pueden generar diálogos constructivos con gobiernos, pueblos originarios, habitantes locales, universidades y municipios, con el objetivo de lograr verdaderas políticas de inclusión social, conservación y sostenibilidad a través de procesos participativos legítimos. Para lograr esta ambiciosa meta, se debe exigir el fortalecimiento de todas aquellas estrategias que brinden oportunidades reales de protección del ambiente, acompañadas de actividades que permitan un desarrollo local más integral, sustentable y armónico con el entorno.

Sin caer en la ingenuidad o la utopía, se sabe de la cadena de complicidad y corrupción que permite el saqueo y también se sabe que pretender cambiar esto es particularmente difícil en América Latina y el Caribe, lugares donde abundan los asesinatos a líderes socioambientales. Siendo así, la opción es moverse en bloque, como pueblo. Pero para que eso suceda, la sociedad que hoy acompaña involuntariamente las crisis, debe pasar a ser también parte de la lucha; y esto es posible mejorando la participación de las comunidades locales en el manejo de las AP e implementando proyectos económicos que brinden las propuestas técnicas necesarias que les permitan a los productores llevar adelante actividades sostenibles y a las comunidades originarias crear sus propios bionegocios.

Esto último es otro de los temas esenciales al hablar de conservación: la importancia de los pueblos originarios. Cada vez hay más evidencia de que los conocimientos ancestrales y las técnicas tradicionales sostenibles que aún conservan muchas comunidades, contribuyen a la protección de la diversidad biológica y cultural. Desde su concepción, las comunidades originarias vienen preservando ciertos territorios como “sitios sagrados” donde no se debe cazar para permitir la reproducción de los animales y respetar sus ciclos naturales. De cierta manera, estos sitios representan puntos calientes de biodiversidad o “hotspot”, donde las propias comunidades ocupan el rol de guardianes de sus territorios comunitarios y, de esta forma, podrían pensarse como pequeñas AP intrínsecas a una cosmovisión.

Un estudio de 2019 de Science Advances, realizado en más de 600 AP de 34 países, evidenció cómo las AP proporcionan beneficios económicos y sanitarios a las poblaciones adyacentes, sobre todo impactan en la salud de los niños. Los resultados mostraron que el turismo implicó beneficios directos en la generación de empleo, mejor infraestructura y mayor presencia institucional en la zona; especialmente en las AP que presentaban zonas destinadas a los usos múltiples, ya que permitían el acceso sostenible a los recursos naturales. Sumado a que la salud ambiental en estas áreas, se tradujo en una mejor calidad del agua y del aire, en una mayor provisión de servicios ecosistémicos y funcionaron como importantes zonas de amortiguamiento de inundaciones.

Existen pruebas contundentes que sugieren que invertir en la creación de AP y en el turismo de naturaleza aporta beneficios reales a las comunidades locales. Un ejemplo de esto en Argentina es el del Proyecto Iberá en la provincia de Corrientes, donde una de las transformaciones más impactantes fue la de algunos cazadores que abandonaron esa costumbre y actualmente son guardaparques del AP. Iberá es un ejemplo claro de que no importa cuánto tiempo tome lograr hacerlo bien, vale la pena aprender con la práctica.