Desde su creación, Natura Argentina ha trabajado en la protección de ecosistemas a través de áreas protegidas y el trabajo con comunidades locales. Su presidenta es bióloga, investigadora y líder en conservación, y ha dedicado su carrera a proteger la naturaleza desde el territorio. En esta entrevista, Lucila Castro repasa su recorrido, los desafíos de la conservación en el país y el rol clave de las comunidades locales en la protección del ambiente.
¿Cómo surgió la idea de fundar Natura Argentina y cuáles fueron los primeros pasos para hacerlo realidad?
Hace más de diez años yo estaba trabajando para una ONG llamada Pacific Biodiversity Institute, dedicada a la conservación y la investigación. Así conocí a muchas personas, tanto a nivel nacional como internacional, que estaban trabajando en conservación. Decidimos, entre un grupo de amigos, fundar una ONG que se dedicara a la protección de nuestro territorio a través de una herramienta clave: las áreas protegidas.
Conformé un equipo de profesionales, al principio centrado en la biología, y luego lo fuimos ampliando a otras áreas, entendiendo la complejidad del campo de la conservación. Así llegamos a lo que somos hoy: un grupo consolidado de profesionales de distintas disciplinas, enfocadas en ciencia, conservación, finanzas, política y aspectos socioambientales.
¿Cuál creés que fue el mayor logro de la organización hasta ahora?
Podría mencionar dos logros. El primero tiene que ver con Natura Argentina en sí: que exista en el centro del país, consolidada y en constante mejora, es un logro enorme. La fundación ha logrado abordar temas complejos de conservación con una mirada interdisciplinaria y un equipo altamente capacitado.
El segundo logro es la creación del Parque Nacional Ansenuza. Para mí, que soy de Miramar, significó una gran responsabilidad trabajar en un proyecto de este tipo. Lo atravesé desde varias aristas: como lugareña, buscando lo mejor para ese territorio; como profesional, ya que estudié los flamencos de Mar Chiquita; y como representante de una de las instituciones que ayudó a la creación del parque. Nos queda la etapa de implementación, pero saber que, tras más de siete años de trabajo, el parque es una realidad es un orgullo.

Nacida en Rosario, Santa Fe, Lucila Castro vivió casi toda su vida en Miramar de Ansenuza. Desde allí, se convirtió en una impulsora de la creación del Parque Nacional Ansenuza.
¿Por qué eligen trabajar con personas que viven en los territorios?
Trabajar con las comunidades locales es la base de todo lo que viene después: las estrategias de conservación, la búsqueda de fondos, la conformación de equipos. No fue una decisión planificada desde el inicio, sino que la fuimos construyendo a medida que entendimos que todas las decisiones en conservación impactan en la vida de las personas.
Lo que empezó como una idea incipiente hoy es una política institucional: las decisiones finales deben venir de quienes habitan los territorios. Además, los cambios fuertes en conservación deben venir de una sociedad movilizada. Nosotros podemos proponer ideas, pero deben construirse en conjunto con las comunidades.
¿Cómo fue tu formación en el campo de la conservación?
Soy bióloga, egresada de la Universidad Nacional de Córdoba. Para mí, es un orgullo haberme formado en una universidad pública que me dio tanto y marcó mi carrera. Siempre estuve en búsqueda de nuevas experiencias: en la facultad me involucré en todas las cátedras en las que podía ayudar, colaboré en el museo de mi pueblo y comencé a trabajar en conservación desde un enfoque académico.
Tuve la oportunidad de estudiar en el exterior, haciendo prácticas en la Universidad de Melbourne, en Australia, y en la Universidad Nacional Autónoma de México, investigando sobre el yaguareté. Luego trabajé en la Sociedad Internacional de Estudios de Lagos Salados, lo que me dio una mirada global sobre la conservación. Todo esto me permitió entender la importancia de articular ciencia y gestión para implementar políticas de conservación.

Forma parte del Grupo de Conservación de Flamencos Altoandinos y de los Grupos de Especialistas en Conectividad y Conservación de la UICN, promoviendo la articulación científica y comunitaria en la protección de ecosistemas clave.
¿Cómo fue el proceso de selección en las becas internacionales que ganaste?
Me postulé y fui seleccionada en dos becas internacionales. La primera fue para la formación de líderes en conservación a nivel mundial, Kinship Conmservation Fellows. Se presentaron cientos de personas y seleccionaron solo a 18 de 13 países. Fue un mes de entrenamiento intensivo, compartiendo con otros jóvenes líderes en conservación.
La segunda beca fue la Boundless Fellowship, enfocada en líderes en conservación de las Américas.
Fuiste seleccionada para ser parte del directorio de World Land Trust. ¿Qué esperás respecto a ese cargo?
Sí, este año también fui seleccionada para formar parte del directorio de World Land Trust, una de las ONG más importantes a nivel mundial. Es la primera vez que alguien joven, mujer y latina participa en la toma de decisiones de esta organización. Creo que ahí podré aprender un montón, y llevar algo del cambio que necesita el mundo de la conservación.
¿Cuál es el mayor aprendizaje que podrías compartir con quienes quieren dedicarse a la conservación?
Después de haber viajado mucho y haber escuchado a profesionales de todo el mundo, me parece que puedo decir que la conservación debe hacerse con y desde las comunidades locales. Son ellas las que viven en los territorios y se beneficiarán de las áreas protegidas. Nuestra mirada académica es valiosa, pero debe articularse con los conocimientos tradicionales para generar políticas públicas efectivas.

Como miembro del directorio de World Land Trust, Lucila Castro aporta su experiencia en conservación y áreas protegidas para impulsar estrategias de protección a nivel internacional. Es la primera mujer y la primera sudamericana que será parte de ese espacio de decisión.
El ambientalismo puede ser un campo difícil, parece una lucha constante. ¿Cómo haces, cómo hacemos, para seguir trabajando y no dejarnos derrotar por el pesimismo?
El mundo de la conservación, la carrera que nosotros llevamos adelante, no se si pesimista pero es dura. Todos los días hay una batalla nueva. Pero me alimenta trabajar con profesionales apasionados, que te desafían a cambiar el enfoque, a pensar distinto, el ambiente del que me rodeo me mantiene inspirada. Y también me sirve celebrar los pequeños logros, también es importante: desde un taller que sale bien hasta el avistamiento de un animal en una cámara trampa o algo grande como la creación de un parque nacional. Necesitamos seguir construyendo estas redes de apoyo para abordar los temas mas importantes en conjunto. Esas redes son las que te dan ganas de seguir. Por último, cuando vemos que algo funcionó, todo vale la pena.

Especialista en ecología de poblaciones y conservación, ha participado en investigaciones y charlas sobre humedales en países como China, Rusia, Brasil, México y Estados Unidos.
¿Qué puede aportar Natura Argentina a la crisis ambiental del país?
Desde hace unos años yo me vengo preguntando todo el tiempo por qué estamos como estamos y hacia dónde vamos. No solo como país, como humanidad. Hay algo que yo veo es que hay una disociación completa entre el día a día nuestro, la sociedad, y la naturaleza. No podemos vernos como parte de un todo y que somos lo que somos gracias a la naturaleza: el aire que respiramos, el agua que tomamos, lo que comemos. En el día a día nos olvidamos de nuestra conexión con la naturaleza, la damos por sentada, y esa desconexión se hace cada vez más grande. Así, terminamos viendo a los ambientalistas de un lado y a la sociedad del otro. Creo que hasta que no sanemos esa relación primaria con la naturaleza, no podremos lograr grandes cambios, no solo en el ambiente, sino en todos los niveles.
Las áreas protegidas, la herramienta que elegimos para hacer conservación, buscan precisamente eso: unir conservación, diálogo en el territorio y producción sostenible, y recordarnos que somos parte de un todo. Pero hasta que no resolvamos esta desconexión como humanidad, no podremos llegar muy lejos. Desde Natura Argentina proponemos las áreas protegidas como un pequeño paso hacia esa meta. Aún nos falta mucho por recorrer.
Argentina enfrenta muchos problemas ambientales: deforestación, contaminación, turismo no regulado. Natura Argentina eligió las áreas protegidas como una herramienta para ordenar el territorio y promover actividades productivas sostenibles.
La creación de áreas protegidas, por ejemplo, en uno de los proyecto de la Fundación que esta en Catamarca, nos ayuda principalmente a la conservación de los bosques de esas montañas, y con ellos de todas las especies. Ahora estamos trabajando en su implementación para que las comunidades puedan vivir de esos territorios, no solo porque respiran aire puro y tienen agua limpia, sino porque también puedan potenciar la venta de productos regionales y desarrollar sus actividades. Vemos cómo nos muestran con orgullo todo lo suyo, todo lo que pueden lograr con acciones coordinadas.
Es fundamental trabajar juntos, desde lo local, provincial y nacional, mirando el país como un todo, pero sin olvidar la importancia de las decisiones tomadas desde lo local, que impactan directamente en la vida de las personas.
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